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El rey vikingo del paraguay: un libro de Jacques de Mahieu sobre la presencia nórdica en América



NDICE I. La fortaleza del Rey Ipir .................. 9 1. Elrey blanco del Amambay, 9 2. La muralla de Cerro Cora, 14 3. La"Casa del Viejo", 24 4. El bao de los guerreros, 30 5. Un centromilitar vi- kingo, 33. II. La necrpolis inviolada................... 36 1. un cerro extrao, 36 2.2. El pas de laBella Dur- miente del Bosque, 43 3. Un bosque sagrado nr- dico, 474. La necrpolis de los reyes de Tiahua- nacu?, 53. III. El temploenterrado ....................... 57 1. El "Tupao Cu", 57 2. Laaldea vikinga de Ta- cuati, 66 3. El arroyo tranquilo, 68 4.Defensa y sepultura, 70 5. Un establecimiento duradero, 73. IV. Elmayor conjunto rmico del mundo ...... 75 1. Los abrigos bajo rocade Cerro Guaz, 75 2. Odin, un drakkar y una adivinanza, 83 3. Losal- tares de la muerte, 86 4. La guerra y la victoria, 92 5.Algunos antroponmicos, 95 6. Unos men-li" sajes y un enigma, 100 7.Un lugar de repliegue en la ruta del Norte, 104. V. Caballos,perros y bovinos en la Amrica pre- colombina................................ 106 1. Unos animales inesperados,106 2. El dogma del caballo postcolombino, 112 3. El perro de losIn- cas, 120 4. El caballo y el toro de Tiahuanacu, 122 5. Unosnormandos en Tiahuanacu, 128 6. El fin de una leyenda, 139. VI. Lasmarcas del Sudeste .................... 142 1. El extraoLansquenete, 142 2. Los caminos del Potos, 145 3. De Weibingo alAtlntico, 151 4. El cerrojo del Amambay, 158 5. Una zona de crian-za, 163 6. Vikingos y normandos, 166 7. Las vas de comunicacin delimperio, 169. Eplogo ....................................... 175Notas bibliogrficas ............................ 178 I La fortalezadel Rey Ipir 1. El rey blanco del Amambay "En aquel tiempo reinabaen la regin un rey poderoso y sabio que se llamaba Ipir. Era blancoy llevaba una larga barba rubia. Con hombres de su raza y conguerreros indios que le eran leales viva en una gran aldea situadaen la cima de un cerro. Dispona de armas temibles y posea inmensasriquezas en oro y en plata. Un da, sin embargo, fue atacado portribus salvajes y desapareci para siempre. As me lo cont mi padre,quien lo. haba odo del suyo." En estos trminos o en otros muyparecidos, muy a menudo el mayor Samaniego haba escuchado a algnindio viejo hablarle, en su guaran gutural, del rey blanco delAmambay.Ese joven y brillante oficial del ejrcito paraguayo,apasionado por la etnologa, no se aburra en el curso de las largashoras libres que le dejaba el servicio rutinario de su batalln dezapadores en una provincia de frontera entonces despoblada. Cadanoche, en alguna toldera, grababa en cintas magnticas losinterminables relatos de los ancianos cuya amistad haba conseguidoganarse. Contribua as a salvar del olvido tradiciones que notardaran mucho en borrarse de la memoria de las generacionesfuturas, y creencias ancestrales condenadas a desaparecer bajo elbarniz del vago cristianismo importado. Tradiciones y creenciascomunes, en cuanto a lo esencial, a todas las tribus guaranes delParaguay, Bolivia y el Brasil, con adems, como peculiaridad local,el recuerdo de un rey blanco inesperado. El mayor Samaniego sabaque las tradiciones indgenas pueden deformar les hechos histricos,pero nunca los inventan. Quin habra sido, pues, este Ipir cuyonombre nada tiene de guaran? El problema se planteaba, pero nadapermita, razonablemente, esperar que se lo pudiera resolver.Algunos, sin embargo, haban debido de saber a qu atenerse alrespecto y hasta uno tiene derecho a preguntarse si no se trata deun secreto de Estado hoy da olvidado. El 1 de marzo de 1870, elmariscal Francisco Solano Lpez, presidente del Paraguay, libraba sultimo combate. Desde haca cinco aos, tena en jaque a las fuerzascoaligadas del Brasil, la Argentina y el Uruguay, pero el final seacercaba. Lentamente, metro por metro, se haba ido replegando haciael nordeste y ahora se encontraba en Cerro Cora, en el Amambay, a32 km de la frontera brasilea. En un pas que, a principios de laguerra, tena 1.200.000 habitantes, slo quedaban 28.000 hombres dems de doce aos en estado de llevar armas. Esa maana, el mariscal sehaba puesto de gran uniforme, para un ltimo baroud ii'honneur.Acababa de ver a su hijo mayor, coronel de diecisis aos, caer encombate. Rodeado por los brasileos, haca frente, sin retroceder unpaso. Un lanzazo le desarzon, otro acab con l mientras se defendaan con su espadn de parada con empuadura de oro. "Muero con mipatria": fueron sus ltimas palabras, tales como las reproducentodos los manuales de historia del Paraguay. Pero la tradicin lesagrega una frase, aparentemente sin sentido, que, tal vez por estarazn, los libros omiten: "No es sta la primera civilizacin quedesaparece en este lugar". Al replegarse hacia el Brasil en lugarde abrirse camino hacia la Bolivia neutral y al renunciar as a todaesperanza de escapar de su sino, haba querido el mariscal no slomorir con sus ltimos soldados, sino tambin caer en ese lugarpreciso, cuyo valor simblico l conoca? Tenemos derecho apreguntrnoslo. Ipir y Lpez estaban, por cierto, ausentes delpensamiento de un ingeniero alemn que, en febrero de 1940, cruzabala avenida que sirve de frontera entre las ciudades gemelas de PonaPora, en el Brasil, y Pedro Juan Caballero, en el Paraguay, a unaspocas decenas de kilmetros de Cerro Cora. Natural de los Sdeles,Fritz Berger vagaba por Sudamrica, desde haca aos, sin lograrestablecerse en ninguna parte. Se lo haba visto en Asuncin, durantela guerra del Chaco, de 1932 a 1935, y all haba prestado buenos yleales servicios al ejrcito paraguayo, en un taller donde sereacondicionaban las armas tomadas al enemigo. Luego, se haba idoal Brasil donde, durante cuatro aos, haba procurado en vanodetectar yacimientos petrolferos en el estado de Paran. Susconocimientos geolgicos, segn parece, eran sumamente limitados, loque no deja de ser normal en un ingeniero mecnico. No obstante,pensaba proseguir su bsqueda en el Paraguay. Pero, muy pronto, hizoalgunos descubrimientos de otra naturaleza, que interesaronprodigiosamente al mayor Samaniego, al punto que ste obtuvo delejrcito la creacin de la Agrupacin Geolgica y Arqueolgica, msconocida por la sigla AGA, que contrat a Fritz Berger. De 1941 a1944, la AGA trabaj dura y eficazmente. No slo su jefe, el mayorSamaniego, y el ingeniero alemn recorrieron toda la regin ydescubrieron inscripciones y dibujos que no era posible atribuir alos indios y numerosos otros vestigios de una civilizacindesaparecida, sino que tambin sus zapadores desmontaron casitotalmente un enorme cerro en cuya cima se hallaba una imponentemuralla. Nadie, sin embargo, en el Paraguay, dio la menorimportancia a los resultados obtenidos. Por otro lado, la prensainternacional se interesaba muy poco en lo que poda acontecer en unpequeo pas de Sudamrica: la segunda guerra mundial le suministrabams informaciones de las que poda publicar. En 1945, la AGA fuedisuelta. Desalentado y enfermo, Fritz Berger se qued en elAmambay, con el ejrcito, hasta la guerra civil de 1947. Pasentonces al Brasil donde muri, el ao siguiente, en Dourados, encasa de un compatriota, viejo amigo suyo. Los escpticos ponan entela de juicio el equilibrio mental de nuestro ingeniero, y hay quereconocer que no les faltaba algunos buenos motivos para hacerlo.Berger buscaba, entre otras cosas, el "tesoro del Rey Blanco", nosin sospechar, por momentos, que los jesutas lo haban encontradoantes que l. Por otro lado, divagaba cada vez ms a medida quetrascurran los aos de una vida dursima, para un europeo yacincuentn, en la selva tropical. No llegaba a ver, en un estadocercano a la alucinacin, palacios y templos ocultos debajo de losrboles, manifiestamente donde slo haba rocas de formas un tantoextraas? El mismo Berger se daba cuenta de que algo no andaba en sucerebro, y lo escriba a una amiga de Munich con la cual mantena unacorrespondencia espaciada pero continua. Un lector de Alemania tuvoa bien comunicarnos el texto de algunas de esas cartas. Confesemosque, de haber recibido estos documentos antes de nuestra primeraexpedicin a Cerro Cora, y no despus de la tercera, como fue elcaso, no habramos partido sin alguna inquietud. No afirmaba nuestroarquelogo improvisado haber descubierto una ciudad, Atlantik, "de50 km de dimetro habitado y 150 km de largo", una "grandiosainstalacin fenicia", "grandes depsitos de helio y de petrleo, concanalizaciones an utilizables", y "monumentos que parecen ser unacatedral y grandes palacios"? Se mostraba seguro de que No habavivido en la regin. Pero agregaba: "Esta noche, me despertarongrandes gritos. No haba nadie. Trtase de una oscilacin, o todo habrsucedido en mi cabeza? " Se va a decir, algn da de stos: elingeniero est chiflado, ya se sabe". Reconozcamos que semejantejuicio no hubiera estado muy lejos de la realidad. Intil es agregarque fio encontramos, en los lugares explorados por Berger, nidepsitos de helio, ni edificios grandiosos, ni las ruinas de unaAtlantik de la cual nuestro ingeniero, de poca cultura segn los quelo conocieron, deba de hacer la capital de la Atlntida. El"chiflado", no obstante, no haba perdido su tiempo. Durante aos, datras da, haba surcado, no sin aventurarse, de vez en cuando, msall, una zona relativamente chica, y nada haba debido de escaprseleen el sector. Cuando, unos meses antes de nuestra primera expedicinal Amambay, el ex mayor Samaniego, hoy da general de divisin yministro de Defensa Nacional, se dign, en el curso de una largaaudiencia, darnos indicaciones tan precisas como prudentes sobrelos yacimientos arqueolgicos descubiertos treinta aos y pico antes,insisti en el papel desempeado, en aquel entonces, por FritzBerger. Por nuestro lado, la existencia, en el Amambay, devestigios precolombinos, no tena nada que pudiera sorprendernos.Haca ya aos que habamos demostrado que unos vikingos, originariosdel Scnleswig, haban conquis tado, en la Edad Media, un inmensoimperio en Sudamrica (1), que habamos descubierto inscripcionesrnicas dejadas por ellos en el Paraguay (2) y en el Brasil (:i) yque inclusive habamos reencontrado a sus descendientes (2,:t). En1973, dos de nuestros colaboradores de eso hablaremos largamente enel captulo IV haban relevado en Cerro Guaz, un pequeo macizomontaoso situado a 50 km, a vuelo de pjaro, de Cerro Cora, elconjunto rnico ms grande del mundo, y sesenta y una de susinscripciones ya se haban traducido. Podamos, pues, esperar nuevosdescubrimientos o redescubrimientos en la regin. Por otro lado, elnombre del rey blanco era, para nosotros, altamente significativo.No slo, ya lo hemos dicho, Ipir no tiene significado alguno enguaran, sino que es extrao a la estructura de un idioma cuyaspalabras, con contadas excepciones que no comprenden ningn caso enir, terminan con una vocal. Tiene, por el contrario, unaconsonancia norresa: bstenos compararlo con Ymir, el nombre delgigante con cuyo cuerpo los dioses Odn, Vili y Ve, en la mitologaescandinava, hicieron la tierra.




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